Neoliberalismo,
sentido común y reforma educacional.
Desde hace varias semanas, la
derecha ha mostrado preocupación por la reforma educacional. Ha enarbolado todo
tipo de argumentos en contra, utilizando datos recogidos por encuestas
tradicionales como la CEP y otras. La gran conclusión que proclaman es: “la gente se opone a las reformas en general,
y rechaza la reforma educacional porque impide a los padres elegir y pagar por
la educación”. A esto, la derecha le llama “oposición social a las reformas”.
Perciben que esta “oposición social” es autónoma a sus posiciones políticas.
También, que no capitalizan políticamente este descontento en su sector,
recibiendo mayor apoyo ciudadano a sus partidos.
¿Por qué ciudadanos que no apoyan
ni creen en la derecha, asumen posiciones contrarias a la reforma educacional, y
con esto crean espacios de legitimidad para la oposición de la derecha? Las razones pueden ser varias. Partiremos con
las más simples de explicar. Primero, la legitimidad que adquirió entre las
personas la creencia de que, si se paga por un servicio, solo por este hecho va
ser de calidad. Segundo, la diferenciación social basada en el consumo. El co-pagar
por la educación del hijo o hija hace que este pueda acceder a un colegio
particular subvencionado, donde están todos los “iguales”. Se auto
perciben distintos a los que van a la
escuela municipal, aunque vivan en el mismo territorio y compartan el mismo entorno
social. Tercero, la escuela pública ha sido demonizada, instalando la idea de que
ahí asisten los hijos e hijas de los narcos y de los pobres, lo más desdeñable
de la sociedad. Existe la creencia de que con un copago de diez mil pesos se va
obtener grandes diferencias sociales y educacionales.
Estas razones me recuerdan lo
afirmado por T. Moulian en 1998. En su obra “El consumo me Consume”, el
sociólogo identifica la “función del
consumo, como creador de identidad. La que puede surgir del consumo, de la
posesión de objetos, es una identidad que reposa en el tener. Se trata de una
constitución de la identidad por la apariencia. Aquí los objetos aparecen como
constituyentes del yo. El predominio del tener sobre el ser se materializa
cuando una persona se siente forzada a tener ciertos bienes en función de los
otros, del que dirán”. Como bien analiza Moulian, el colegio no sería un
centro educativo por excelencia, sino una marca que registra el status de
las familias y de los hijos que asisten a ella, es decir, la identidad social
que el mercado de la educación les asigna a partir de su capacidad de compra.
Se trata de la subjetividad del consumo en educación.
Incorporar al debate la
subjetividad del consumo en educación, permite abrir pistas para entender el
rechazo, de sectores medios y bajos, a la reforma educacional. Durante el año 2011,
las grandes marchas estudiantiles hicieron temblar el modelo educacional
chileno, y se sentaron las bases para la reforma educacional. Muchas columnas e
inclusive libros que desafiaban la caída del modelo, otros buscaban nuevas
alternativas. Todos fuimos y somos estructuradores de apoyo masivo a la
protesta social estudiantil. Uno de los primeros resultados alcanzados, fue
bajar la tasa de interés de los créditos con aval del Estado. La clase media feliz,
por fin podía liberar recursos para destinarlos a otros fines de consumo.
La protesta colocó en el centro
que la educación universitaria debe ser gratuita para todos. Hasta el día de
hoy esta demanda sigue y seguirá siendo apoyada por la mayoría de los
ciudadanos. La razón es clara: una familia de ingresos menores a quinientos mil
pesos, donde se concentra a mayor cantidad de asalariados en Chile, no puede
pagar la universidad. Ahora lo hacen endeudándose. Recordemos que cualquier
arancel universitario es por lo menos de 150 mil pesos para arriba. Liberarse
de estos costos económicos por educación superior es, para las familias, realmente
positivo para su bienestar. Por eso, la
gran mayoría apoya la gratuidad en la universidad.
Todo indica que el apoyo a la
demanda de educación universitaria gratuita, no se transfiere automáticamente a
la educación básica y media. La subjetividad del consumo y el status social asociado
juegan en contra de tan justa demanda. Las personas quieren pagar para diferenciarse
e inclusive para excluir. Se constata con esto que el sentido común (hegemonía
cultural) de una sociedad fundada en los principios neoliberales, está lejos de
ser reemplazada por los principios de solidaridad y justicia social. He aquí un
debate clave para los sectores que apoyamos las reformas. Es necesario poner en
cuestión los sentidos comunes, instalados durante los últimos 40 años de
neoliberalismo. No basta solo con la movilización social. También es necesario
abrir paso al cambio de las subjetividades, al debate de ideas con las bases
sociales, a ganar conciencias por el cambio de modelo y de los principios
ordenadores de la sociedad. El camino avanzado no es en vano, ha sido principal
e imprescindible. Sin embargo, la derecha se potencia con su estigma
conservador, apoyándose en el sentido común instalado. En particular, en la
generación de padres y apoderados que están entre los 30 y 40 años, que lo
único que han vivido son practicas socio – culturales de carácter neoliberal.
Lo anterior lleva a
reflexionar en términos reales, en una estrategia de mayor envergadura y de más
largo aliento. El sistema educacional en términos republicanos, es cómo se
piensa Chile a futuro. Sin embargo, la reforma educacional es cómo se cambia el
actual sistema educacional, es decir, cómo se piensa el Chile de hoy. Por tanto,
estamos en un problema dialéctico. La tesis: educación de mercado caracterizada
por ser segmentadora e impulsora de segregación. La antítesis es la educación
como derecho social, integradora y democratizadora del conocimiento con un
fuerte componente de movilidad social. En este debate frente qué hacer con la
realidad social y la reforma, creo que hay tres elementos que se pueden tomar
en consideración. Primero, la educación universitaria gratuita permite avanzar
en el desarrollo de un nuevo campo subjetivo, profundizando las ideas de solidaridad
y justicia en Chile. Esto lleva a tomar posiciones frente al campo subjetivo
neoliberal. Segundo, y necesario para lo anterior, la educación universitaria
requiere una profunda reforma curricular en contenidos en la formación
profesional y técnica. No solo es necesario financiarla, también es clave
impregnarle principios de cambio y modernidad, sustentados en la justicia e
igualdad social. Tercero, debemos avanzar paulatinamente en el cambio de la
estructura de principios de la sociedad chilena, abriendo los espacios que
permitan el cambio de la subjetividad movida por el mercado y la individualidad
exacerbada. Esto sería el inicio de la derrota en el campo de la subjetividad
del modelo neoliberal, impuesto hace 41 años por la dictadura cívico militar. Este
es el eje central para construir un nuevo Chile. Un Chile republicano y
democrático, incluyente de su base popular.