lunes, 9 de febrero de 2015

Verano: Caso PENTA – UDI, política y financiamiento.

Este verano es el más caluroso que ha vivido la UDI. Su dirigencia ha sudado la gota gorda, tratando de explicar el Caso Penta. Las “explicaciones” han ido desde las bravuconadas de un senador, hasta las mentiras de una senadora. Esto habla del complicado escenario político que les ha caído encima. Un escenario lleno de complejidades para una burguesía poco acostumbrada a dar explicaciones de sus actos políticos. La pregunta es: ¿Qué hay en el trasfondo del caso Penta?.

En el trasfondo está el inicio del fin de una de las herencias de la dictadura de Pinochet, y de las obras de Jaime Guzman. La caída del brazo político civil de la dictadura y de su aparato de financiamiento. De hecho, si uno observa el holding Penta, son todas empresas creadas al calor de las modernizaciones de neoliberales de la dictadura: ISAPRE, AFP, Inmobiliaria y otras. Por tanto, el caso Penta coloca a la UDI como un partido con intereses de clase e ideológicos, vinculados a sus financistas. La deja sin capacidad de articular un discurso de sociedad y de intereses públicos. Su proyecto corporativo es desvestido, se percibe mediocre y de baja proyección ideológica. Ha quedado en evidencia que lo importante para la UDI era defender los proyectos que podían impactar el desarrollo del área económica, en que el grupo Penta podía sacar ventajas. Estas señales no son muy bienvenidas por sectores de empresariales, e inclusive por sus aliados políticos, por el daño a la imagen pública del empresario chileno.

La relación Burguesía, Capital y Política, que fue protegida por la ley de financiamiento de partidos políticos, se fue al tacho de la basura. La UDI y sus militantes financistas siempre se han sentido poderosos, y por tanto han sido soberbios. A tal punto que, los hechos lo  muestran, pasaron por sobre la ley de financiamiento que ellos habían diseñado como traje a la medida. Aún más, cruzaron la frontera y pasaron por sobre las leyes tributarias. Esto es grave. Incluso pone claramente en entredicho su compromiso de clase. Parece que la dirigencia de la UDI, como elite burguesa, es más bien torpe. Carece de destrezas políticas para mantener sus propios privilegios. Otros sectores burgueses deben estar maldiciendo a la UDI por el gran error “involuntario”, que los obliga a bajar posiciones de clase en el debate político.

La derecha se tendrá que replantear el sistema de financiamiento de la política. Deberá entregar una parte pequeña de sus privilegios. Si se profundiza la crisis de la UDI, la burguesía como clase con intereses en el sistema político, va a tener la obligación de cuestionarse sobre si la UDI, como partido, sigue siendo un instrumento efectivo para el logro de sus objetivos. De hecho, la burguesía chilena, en muchos trazos de nuestra historia republicana, ha desechado o dejado de apoyar a partidos políticos con identidad de derecha. Por tanto, es un fenómeno político totalmente plausible de ocurrir, no de forma acelerada, pero si lentamente, mientras se constituyen nuevos referentes políticos que logren captar los intereses económicos de la burguesía, en el nuevo contexto político del país. O también puede suceder, como ha ocurrido en otros países, que las organizaciones gremiales de los empresarios apuesten a integrar el sistema político, con candidatos propios de algún sector económico de alta relevancia política. Esto es menos factible en la tradición del sistema político chileno, pero es un escenario posible.

La crisis de la UDI es, en definitiva, la crisis de un modelo de financiamiento que daba ventajas económicas a un partido vinculado a un grupo económico. Esto debe terminar. La centro – izquierda tiene una gran oportunidad de poder modernizar el sistema de fin anciamiento de la política, con base en principios de igualdad y de legitima competencia. Eso significa que cualquier propuesta debe tener como principios operativos cinco elementos: límite al gasto electoral de las campañas; financiamiento público por cada voto obtenido; prohibición total de financiamiento de las empresas; solo donaciones públicas y declaradas de personas naturales, con un límite de monto y fiscalización pública por medio de juzgado de cuentas; y, por último, la transgresión al sistema de financiamiento debe significar la destitución del parlamentario.   


En síntesis, la burguesía en su conjunto sabe que, por este error “involuntario”, van a tener que allanarse a una propuesta de financiamiento de la política, que termine con la discrecionalidad de clase que actual sistema de financiamiento tiene.  Quien se podría haber imaginado que este verano de altas temperaturas iba dejar a la burguesía chilena tan sofocada. Quizás, con un principio de insolación.

Cullipeumo, Vereno, 2014.- 

jueves, 11 de septiembre de 2014

Neoliberalismo, sentido común y reforma educacional.

Desde hace varias semanas, la derecha ha mostrado preocupación por la reforma educacional. Ha enarbolado todo tipo de argumentos en contra, utilizando datos recogidos por encuestas tradicionales como la CEP y otras. La gran conclusión que proclaman es: “la gente se opone a las reformas en general, y rechaza la reforma educacional porque impide a los padres elegir y pagar por la educación”. A esto, la derecha le llama “oposición social a las reformas”. Perciben que esta “oposición social” es autónoma a sus posiciones políticas. También, que no capitalizan políticamente este descontento en su sector, recibiendo mayor apoyo ciudadano a sus partidos.

¿Por qué ciudadanos que no apoyan ni creen en la derecha, asumen posiciones contrarias a la reforma educacional, y con esto crean espacios de legitimidad para la oposición de la derecha?  Las razones pueden ser varias. Partiremos con las más simples de explicar. Primero, la legitimidad que adquirió entre las personas la creencia de que, si se paga por un servicio, solo por este hecho va ser de calidad. Segundo, la diferenciación social basada en el consumo. El co-pagar por la educación del hijo o hija hace que este pueda acceder a un colegio particular subvencionado, donde están todos los “iguales”. Se auto perciben  distintos a los que van a la escuela municipal, aunque vivan en el mismo territorio y compartan el mismo entorno social. Tercero, la escuela pública ha sido demonizada, instalando la idea de que ahí asisten los hijos e hijas de los narcos y de los pobres, lo más desdeñable de la sociedad. Existe la creencia de que con un copago de diez mil pesos se va obtener grandes diferencias sociales y educacionales.

Estas razones me recuerdan lo afirmado por T. Moulian en 1998. En su obra “El consumo me Consume”, el sociólogo identifica la “función del consumo, como creador de identidad. La que puede surgir del consumo, de la posesión de objetos, es una identidad que reposa en el tener. Se trata de una constitución de la identidad por la apariencia. Aquí los objetos aparecen como constituyentes del yo. El predominio del tener sobre el ser se materializa cuando una persona se siente forzada a tener ciertos bienes en función de los otros, del que dirán”. Como bien analiza Moulian, el colegio no sería un centro educativo por excelencia, sino una marca que registra el status de las familias y de los hijos que asisten a ella, es decir, la identidad social que el mercado de la educación les asigna a partir de su capacidad de compra. Se trata de la subjetividad del consumo en educación.
 
Incorporar al debate la subjetividad del consumo en educación, permite abrir pistas para entender el rechazo, de sectores medios y bajos, a la reforma educacional. Durante el año 2011, las grandes marchas estudiantiles hicieron temblar el modelo educacional chileno, y se sentaron las bases para la reforma educacional. Muchas columnas e inclusive libros que desafiaban la caída del modelo, otros buscaban nuevas alternativas. Todos fuimos y somos estructuradores de apoyo masivo a la protesta social estudiantil. Uno de los primeros resultados alcanzados, fue bajar la tasa de interés de los créditos con aval del Estado. La clase media feliz, por fin podía liberar recursos para destinarlos a otros fines de consumo.

La protesta colocó en el centro que la educación universitaria debe ser gratuita para todos. Hasta el día de hoy esta demanda sigue y seguirá siendo apoyada por la mayoría de los ciudadanos. La razón es clara: una familia de ingresos menores a quinientos mil pesos, donde se concentra a mayor cantidad de asalariados en Chile, no puede pagar la universidad. Ahora lo hacen endeudándose. Recordemos que cualquier arancel universitario es por lo menos de 150 mil pesos para arriba. Liberarse de estos costos económicos por educación superior es, para las familias, realmente positivo para su bienestar.  Por eso, la gran mayoría apoya la gratuidad en la universidad.

Todo indica que el apoyo a la demanda de educación universitaria gratuita, no se transfiere automáticamente a la educación básica y media. La subjetividad del consumo y el status social asociado juegan en contra de tan justa demanda. Las personas quieren pagar para diferenciarse e inclusive para excluir. Se constata con esto que el sentido común (hegemonía cultural) de una sociedad fundada en los principios neoliberales, está lejos de ser reemplazada por los principios de solidaridad y justicia social. He aquí un debate clave para los sectores que apoyamos las reformas. Es necesario poner en cuestión los sentidos comunes, instalados durante los últimos 40 años de neoliberalismo. No basta solo con la movilización social. También es necesario abrir paso al cambio de las subjetividades, al debate de ideas con las bases sociales, a ganar conciencias por el cambio de modelo y de los principios ordenadores de la sociedad. El camino avanzado no es en vano, ha sido principal e imprescindible. Sin embargo, la derecha se potencia con su estigma conservador, apoyándose en el sentido común instalado. En particular, en la generación de padres y apoderados que están entre los 30 y 40 años, que lo único que han vivido son practicas socio – culturales de carácter neoliberal.


Lo anterior lleva a reflexionar en términos reales, en una estrategia de mayor envergadura y de más largo aliento. El sistema educacional en términos republicanos, es cómo se piensa Chile a futuro. Sin embargo, la reforma educacional es cómo se cambia el actual sistema educacional, es decir, cómo se piensa el Chile de hoy. Por tanto, estamos en un problema dialéctico. La tesis: educación de mercado caracterizada por ser segmentadora e impulsora de segregación. La antítesis es la educación como derecho social, integradora y democratizadora del conocimiento con un fuerte componente de movilidad social. En este debate frente qué hacer con la realidad social y la reforma, creo que hay tres elementos que se pueden tomar en consideración. Primero, la educación universitaria gratuita permite avanzar en el desarrollo de un nuevo campo subjetivo, profundizando las ideas de solidaridad y justicia en Chile. Esto lleva a tomar posiciones frente al campo subjetivo neoliberal. Segundo, y necesario para lo anterior, la educación universitaria requiere una profunda reforma curricular en contenidos en la formación profesional y técnica. No solo es necesario financiarla, también es clave impregnarle principios de cambio y modernidad, sustentados en la justicia e igualdad social. Tercero, debemos avanzar paulatinamente en el cambio de la estructura de principios de la sociedad chilena, abriendo los espacios que permitan el cambio de la subjetividad movida por el mercado y la individualidad exacerbada. Esto sería el inicio de la derrota en el campo de la subjetividad del modelo neoliberal, impuesto hace 41 años por la dictadura cívico militar. Este es el eje central para construir un nuevo Chile. Un Chile republicano y democrático, incluyente de su base popular. 

lunes, 2 de junio de 2014

La derecha en su laberinto

La derecha está haciendo esfuerzos por defender su espacio político en la sociedad chilena. Este espacio se ha ido transformando en un laberinto tortuoso. Las razones son varias, entre ellas una derrota electoral sin precedentes. La derecha fue derrotada en las elecciones municipales, primarias presidenciales, presidenciales y parlamentarias. Todas estas derrotas ocurrieron en pleno desarrollo de su gobierno, dato muy importante a considerar. Desde la perspectiva del uso del Parlamento como contrapeso institucional, dejaron de ser una fuerza opositora y conservadora de peso, particularmente en la Cámara de Diputados.

Por el otro lado, la Nueva Mayoría ganó todas las elecciones mencionadas. Como nunca, tiene un apoyo ciudadano y validación programática que descoloca a la derecha. Por ello, reaccionan ante las propuestas legislativas del Gobierno en forma virulenta, sólo con el afán de oponerse para conservar el modelo creado por ellos en la dictadura militar. Siguen siendo lo mismo, pero con rostros un poco más jóvenes, más fundamentalistas, más “ultrones”. Los jóvenes dirigentes de derecha no han logrado entender el cambio de la sociedad chilena. Por el contrario, frente a este cambio sociopolítico se presentan como miopes y mediocres.

Son miopes, porque creen que la democracia no puede ni debe evolucionar a expresiones de mayor participación activa de la sociedad. Defienden una democracia delegativa, que restringe la participación del sujeto activo de la democracia, que es el pueblo movilizado. Eso claramente les pasó la cuenta en las elecciones. Por lo tanto, ellos mismos construyen las paredes de su laberinto. No dan el paso a buscar el entendimiento con la sociedad activa, que quiere un nuevo pacto social para el Chile del siglo XXI. Incluso, son miopes para defender sus propios intereses y privilegios de clase. Creen que la estrategia de conservación del modelo es suficiente para legitimarse, social y culturalmente, ante los chilenos y chilenas.

Son mediocres, porque creen que sólo basta con utilizar los medios de comunicación y su figuración pública, para convencer a la sociedad chilena que el gobierno lo está haciendo mal. Para oponerse a las reformas, utilizan argumentos de los tiempos de las cavernas. Diputados y Senadores de derecha argumentan sobre credenciales democráticas, cuando su formación y práctica política se la deben a una de las dictaduras más cruentas de la historia mundial. Suponen que el pueblo de Chile no tiene memoria. De la misma manera, intentan colocar en el centro de la discusión argumentos de defensa de la clase media. Cuando el 90% de la población en Chile vive sobre endeudada y esquilmada por un modelo de mercado, que a estas alturas del partido sólo ha traído frustraciones a las personas, como lo dice gran parte de los Informes de Desarrollo Humano. En cuanto a temas valóricos, piensan que las mujeres son sólo instrumentos para la reproducción de la especie humana, y no sujetos sociales con derechos políticos sobre sus cuerpos.

Siendo miope y mediocre, la derecha ha entrado al debate ideológico pensando que, leyendo a Gramsci, va a poder decodificar las acciones políticas del Gobierno de la Nueva Mayoría. Otra pared para su laberinto. Para entender a Gramsci no se puede ser miope y mediocre. Requiere conectarse con la realidad social, económica, cultural y política. Para la derecha resulta extremadamente complejo entender que Chile quiere un nuevo pacto social. Que el modelo de dominación neoliberal está desacreditado en la sociedad chilena, y que no tiene ya sustento cultural y político. Este es finalmente su laberinto.