Hegemonía política en el Chile de hoy.
Hablar de hegemonía es
hablar de Gramsci. Pero también es hablar de política, cultura e ideología en
el contexto de un Estado. Gramsci renueva el análisis del marxismo a partir del
desarrollo del concepto de hegemonía, muestra y devela nuevas formas de
concebir la relación de dominación entre Estado y sociedad. Pone en práctica el
concepto de hegemonía a partir de ocuparse críticamente de las formas de
dominación que la burguesía ejerce sobre la clases subalternas. La hegemonía
para Gramsci significa, nada más y nada menos, la manera en que la clase
dominante impone su liderazgo sobre la sociedad, en términos intelectuales y
morales, sin utilizar la fuerza activa y coercitiva de Estado. Por tanto, instala
en otro plano la discusión weberiana del uso de la fuerza legítima que entrega
el Estado burgués, para la imposición del orden y el sometimiento de
gobernantes a gobernados.
Los elementos
principales que caracterizan a la hegemonía son a lo menos tres: 1) la clase
dominante hace aceptar a los grupos sociales subalternos todos los sistemas de
valores, creencias y actitudes que apoyen el orden establecido; 2) la ideología
del grupo dominante es el elemento unificador para la dominación, siendo parte
de la unidad intelectual y moral de los dominadores; 3) la hegemonía se da en
la relación entre la sociedad civil y la sociedad política, siendo esta última
utilizada por la clase dominante para construir su hegemonía sobre la sociedad
civil.
Los invito a analizar
brevemente y a la luz de los componentes de la hegemonía gramsciana, las
actuales condiciones socio – políticas que la sociedad y el Estado chileno
contienen para mantener la hegemonía de la clase dominante nacional.
Primero, uno de los
elementos más importantes que están presentes en las actuales condiciones
culturales chilenas, para aceptar la hegemonía dominante, es el uso de los
medios de comunicación de masas. La gran mayoría de los medios de comunicación
escritos, de televisión y radiodifusión son propiedad de los grandes grupos
económicos del país. La propiedad se divide entre grupos económicos financieros
y sectores de servicios de supermercados y grandes tiendas. Que por sí y ante
sí promueven agendas noticiosas, que por un lado dan apoyo explícito a las
ideas neoliberales de dominación y, por otro lado, banalizan lo cultural por
medio de los reality show y otros productos culturales de bajo contenido
crítico. Los medios contra hegemónicos son muy pequeños y están ahogados financieramente,
por tener bajos niveles de tiraje y alto costo de venta al público, estando
obligados al autofinanciamiento. De la misma manera, el mercado editorial en
Chile es dominado por las grandes editoras transnacionales, que copan el
mercado nacional y que no permiten emerger a editoriales nacionales e
independientes, con pensamiento propio y crítico. En este caso el Estado no
hace nada. Es más, grava con impuestos la producción editorial chilena, lo que
en otros países de Latinoamérica es impensable.
Segundo, el rol de las
universidades en el desarrollo de un pensamiento independiente y no hegemónico
en Chile actual. Esto es claramente una utopía. El sistema universitario
nacional está compuesto por un segmento importante de universidades privadas que
a lo menos son sobre el 60% de toda la oferta académica del país en educación
de pregrado. Sus propietarios, fundamentalmente, son empresarios o entidades
corporativas que promueven la sociedad de libre mercado. Por su parte, las
universidades estatales están obligadas a participar del modelo de mercado,
buscando autofinanciamiento, que les permita sobrevivir y por tanto
condicionadas al mercado de bienes y servicios de consultorías, asesorías,
cursos de capacitación que les permita obtener recursos financieros. Esto trae
consigo el control ideológico de estas casas de estudios e inclusive el
desarrollo de formas de exclusión de pensamiento crítico, sobre todos en
aquellas facultades en las cuales se privilegia las ideas económico –
neoliberales.
Tercero, la idea
instalada con las reformas estructurales del Estado, a saber, privatización de
las empresas de servicios de carácter monopólico (agua, luz y servicios
sanitarios), las privatizaciones de los servicios previsionales y de salud, la
municipalización de la salud y educación (cuasi mercados). Todas estas reformas
apuntaron a que el Estado era un pésimo gestor de estos servicios y quienes
podían ser los mejores eran los privados (empresarios), quienes motivados por
la renta, mejorarían los servicios a los clientes. Esto simplemente paso a ser
una forma encubierta en la cual el modelo de mercado se instauró en la
estructura económico-social del país. Validando la idea fuerza que el Estado es
un pésimo gestor de bienes públicos.
Cuarto, la unidad ideológica
del modelo de dominación del país actualmente es de carácter neoliberal y su
matriz de asignación de bienes y servicios es el mercado. Sus principales
promotores han sido sectores sociopolíticos de derecha que apoyaron la
dictadura militar chilena. A posteriori de la dictadura, se ha administrado el
modelo por sectores socialdemócratas, que lo han ido ajustando, por medio de
tibias reformas, a un modelo de democratización socio política de equilibrio
con los sectores conservadores. Además, la unidad ideológica desde el punto de
vista de la superestructura económico - política del Estado Chileno se sustentó
en la Constitución del 1980, diseñada y organizada en plena dictadura militar,
que instauró los principios del neoliberalismo. Por ejemplo: el artículo 21 de
la Constitución garantiza la libertad económica de emprender y coloca trabas
institucionales para la acción del Estado, en su función de productor de bienes
y servicios. En palabras
constitucionales: “El derecho a desarrollar cualquier actividad económica que
no sea contraria a la moral, al orden público o a la seguridad nacional,
respetando las normas legales que la regulen. El Estado y sus organismos podrán
desarrollar actividades empresariales o participar en ellas sólo si una ley de
quórum calificado los autoriza”.
La sociedad política en
Chile está mediada por su sistema de representación política. El sistema
político chileno fue reestructurado por la dictadura militar, a través de la
Constitución de 1980. En la postdictadura se asumió el modelo del equilibrio
político, por medio de dos grandes formas institucionales, que hacen del
sistema político un sistema excluyente y conservador. Primero, la
institucionalización de senadores designados y vitalicios, que a fines de los
década de los noventa, fue eliminada por una reforma constitucional. Segundo,
el sistema electoral de carácter binominal, que tiende a generar dos grandes
coaliciones, que concentran toda la representación parlamentaria. Ambos
elementos han servido para la mantención del equilibrio entre las fuerzas de la
centro derecha y la centro izquierda. Sin que exista la posibilidad de que emerja
un tercer bloque, que pueda romper la hegemonía neoliberal dominante. Por
tanto, la hegemonía neoliberal se reproduce desde la década de los ochenta,
también en la sociedad civil, a partir de la influencia de la sociedad política
en los campos culturales y en la administración del modelo jurídico
constitucional heredado de una dictadura militar. De hecho, en los dos últimos
años se ha visto emerger una clara oposición al modelo hegemónico de parte de
los estudiantes universitarios, que han convocado a manifestarse en contra y han
demandado un cambio constitucional y por tanto de modelo. Pero queda claro que
aun la sociedad política chilena no tiende a ver una crisis en el modelo de
dominación. De hecho, recién algunos sectores de centro izquierda han planteado
un cambio de constitución política, pero que no ha tenido eco en todas las
fuerzas políticas, de manera que les permita implementarlo. De la misma manera
no se ve en los sectores del empresariado y poseedores del poder económico,
político y cultural una mirada de cambio en la estrategia de dominación, que
los hiciera concluir en la necesidad de un cambio institucional de profundidad.
Es posible que lo estén observando y quizás planteen la necesidad de conceder
mínimas reformas que le permita zanjar la crisis en el sector de la educación, con
el objetivo de que esta crisis de dominación no se traspase a otros sectores
sociales de mayor capacidad de desestabilización de la hegemonía como son los y
las trabajadoras, quienes si tienen el poder de poner en crisis el aparato
económico productivo del país, por medio del paro.
En síntesis, la
hegemonía neoliberal en Chile se mantiene y perdura en el tiempo, por los
siguientes elementos: control de los medios de difusión cultural tanto en su
propiedad como en su hacer; la crisis del sistema universitario estatal y la
política de autofinanciamiento vía el mercado “universitario” que desdibuja el
rol critico de los centros de formación profesional e intelectual; el Estado
reformado para la generación de mercados monopólicos de usufructo de la renta
privada y no social; la matriz de control ideológico del modelo neoliberal
sustentada y consagrada en la Constitución Política de 1980 y la fuerte
incidencia de la sociedad política en la conformación de mayorías de la
sociedad civil por medio del sistema electoral binominal que genera empates
políticos que no permiten resquebrajar la base de sustentación del bloque
histórico dominante que es de carácter neoliberal en Chile actual.
Bibliografía consultada.
Larrain, J.; (2008); “El concepto de ideología. Vol.2. El
marxismo posterior a Marx: Gramsci y Althusser”; Ediciones Lom; Santiago de
Chile.
Massardo, J.; (2012); “Gramsci en Chile. Apuntes para el estudio
crítico de una experiencia de difusión cultural”; Ediciones Lom; Santiago
de Chile.
Portantiero, J.C.; (1999); “Los usos de Gramsci”; Editorial
Grijalbo; Buenos Aires, Argentina.
Sacristan, M.; (1973); “Antología. Antonio Gramsci”; Siglo XXI
editores; Buenos Aires; Argentina
Una realidad que muchos no son capaces de ver... gracias por compartir sus artículos como siempre un aporte. Mis saludos Maestro.
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