lunes, 4 de marzo de 2013


Hegemonía política en el Chile de hoy.
 

 
Hablar de hegemonía es hablar de Gramsci. Pero también es hablar de política, cultura e ideología en el contexto de un Estado. Gramsci renueva el análisis del marxismo a partir del desarrollo del concepto de hegemonía, muestra y devela nuevas formas de concebir la relación de dominación entre Estado y sociedad. Pone en práctica el concepto de hegemonía a partir de ocuparse críticamente de las formas de dominación que la burguesía ejerce sobre la clases subalternas. La hegemonía para Gramsci significa, nada más y nada menos, la manera en que la clase dominante impone su liderazgo sobre la sociedad, en términos intelectuales y morales, sin utilizar la fuerza activa y coercitiva de Estado. Por tanto, instala en otro plano la discusión weberiana del uso de la fuerza legítima que entrega el Estado burgués, para la imposición del orden y el sometimiento de gobernantes a gobernados. 

 
Los elementos principales que caracterizan a la hegemonía son a lo menos tres: 1) la clase dominante hace aceptar a los grupos sociales subalternos todos los sistemas de valores, creencias y actitudes que apoyen el orden establecido; 2) la ideología del grupo dominante es el elemento unificador para la dominación, siendo parte de la unidad intelectual y moral de los dominadores; 3) la hegemonía se da en la relación entre la sociedad civil y la sociedad política, siendo esta última utilizada por la clase dominante para construir su hegemonía sobre la sociedad civil.


Los invito a analizar brevemente y a la luz de los componentes de la hegemonía gramsciana, las actuales condiciones socio – políticas que la sociedad y el Estado chileno contienen para mantener la hegemonía de la clase dominante nacional.
 

Primero, uno de los elementos más importantes que están presentes en las actuales condiciones culturales chilenas, para aceptar la hegemonía dominante, es el uso de los medios de comunicación de masas. La gran mayoría de los medios de comunicación escritos, de televisión y radiodifusión son propiedad de los grandes grupos económicos del país. La propiedad se divide entre grupos económicos financieros y sectores de servicios de supermercados y grandes tiendas. Que por sí y ante sí promueven agendas noticiosas, que por un lado dan apoyo explícito a las ideas neoliberales de dominación y, por otro lado, banalizan lo cultural por medio de los reality show y otros productos culturales de bajo contenido crítico. Los medios contra hegemónicos son muy pequeños y están ahogados financieramente, por tener bajos niveles de tiraje y alto costo de venta al público, estando obligados al autofinanciamiento. De la misma manera, el mercado editorial en Chile es dominado por las grandes editoras transnacionales, que copan el mercado nacional y que no permiten emerger a editoriales nacionales e independientes, con pensamiento propio y crítico. En este caso el Estado no hace nada. Es más, grava con impuestos la producción editorial chilena, lo que en otros países de Latinoamérica es impensable.

 
Segundo, el rol de las universidades en el desarrollo de un pensamiento independiente y no hegemónico en Chile actual. Esto es claramente una utopía. El sistema universitario nacional está compuesto por un segmento importante de universidades privadas que a lo menos son sobre el 60% de toda la oferta académica del país en educación de pregrado. Sus propietarios, fundamentalmente, son empresarios o entidades corporativas que promueven la sociedad de libre mercado. Por su parte, las universidades estatales están obligadas a participar del modelo de mercado, buscando autofinanciamiento, que les permita sobrevivir y por tanto condicionadas al mercado de bienes y servicios de consultorías, asesorías, cursos de capacitación que les permita obtener recursos financieros. Esto trae consigo el control ideológico de estas casas de estudios e inclusive el desarrollo de formas de exclusión de pensamiento crítico, sobre todos en aquellas facultades en las cuales se privilegia las ideas económico – neoliberales.
 

Tercero, la idea instalada con las reformas estructurales del Estado, a saber, privatización de las empresas de servicios de carácter monopólico (agua, luz y servicios sanitarios), las privatizaciones de los servicios previsionales y de salud, la municipalización de la salud y educación (cuasi mercados). Todas estas reformas apuntaron a que el Estado era un pésimo gestor de estos servicios y quienes podían ser los mejores eran los privados (empresarios), quienes motivados por la renta, mejorarían los servicios a los clientes. Esto simplemente paso a ser una forma encubierta en la cual el modelo de mercado se instauró en la estructura económico-social del país. Validando la idea fuerza que el Estado es un pésimo gestor de bienes públicos.
 

Cuarto, la unidad ideológica del modelo de dominación del país actualmente es de carácter neoliberal y su matriz de asignación de bienes y servicios es el mercado. Sus principales promotores han sido sectores sociopolíticos de derecha que apoyaron la dictadura militar chilena. A posteriori de la dictadura, se ha administrado el modelo por sectores socialdemócratas, que lo han ido ajustando, por medio de tibias reformas, a un modelo de democratización socio política de equilibrio con los sectores conservadores. Además, la unidad ideológica desde el punto de vista de la superestructura económico - política del Estado Chileno se sustentó en la Constitución del 1980, diseñada y organizada en plena dictadura militar, que instauró los principios del neoliberalismo. Por ejemplo: el artículo 21 de la Constitución garantiza la libertad económica de emprender y coloca trabas institucionales para la acción del Estado, en su función de productor de bienes y servicios.  En palabras constitucionales: “El derecho a desarrollar cualquier actividad económica que no sea contraria a la moral, al orden público o a la seguridad nacional, respetando las normas legales que la regulen. El Estado y sus organismos podrán desarrollar actividades empresariales o participar en ellas sólo si una ley de quórum calificado los autoriza”.
 

La sociedad política en Chile está mediada por su sistema de representación política. El sistema político chileno fue reestructurado por la dictadura militar, a través de la Constitución de 1980. En la postdictadura se asumió el modelo del equilibrio político, por medio de dos grandes formas institucionales, que hacen del sistema político un sistema excluyente y conservador. Primero, la institucionalización de senadores designados y vitalicios, que a fines de los década de los noventa, fue eliminada por una reforma constitucional. Segundo, el sistema electoral de carácter binominal, que tiende a generar dos grandes coaliciones, que concentran toda la representación parlamentaria. Ambos elementos han servido para la mantención del equilibrio entre las fuerzas de la centro derecha y la centro izquierda. Sin que exista la posibilidad de que emerja un tercer bloque, que pueda romper la hegemonía neoliberal dominante. Por tanto, la hegemonía neoliberal se reproduce desde la década de los ochenta, también en la sociedad civil, a partir de la influencia de la sociedad política en los campos culturales y en la administración del modelo jurídico constitucional heredado de una dictadura militar. De hecho, en los dos últimos años se ha visto emerger una clara oposición al modelo hegemónico de parte de los estudiantes universitarios, que han convocado a manifestarse en contra y han demandado un cambio constitucional y por tanto de modelo. Pero queda claro que aun la sociedad política chilena no tiende a ver una crisis en el modelo de dominación. De hecho, recién algunos sectores de centro izquierda han planteado un cambio de constitución política, pero que no ha tenido eco en todas las fuerzas políticas, de manera que les permita implementarlo. De la misma manera no se ve en los sectores del empresariado y poseedores del poder económico, político y cultural una mirada de cambio en la estrategia de dominación, que los hiciera concluir en la necesidad de un cambio institucional de profundidad. Es posible que lo estén observando y quizás planteen la necesidad de conceder mínimas reformas que le permita zanjar la crisis en el sector de la educación, con el objetivo de que esta crisis de dominación no se traspase a otros sectores sociales de mayor capacidad de desestabilización de la hegemonía como son los y las trabajadoras, quienes si tienen el poder de poner en crisis el aparato económico productivo del país, por medio del paro.
 

En síntesis, la hegemonía neoliberal en Chile se mantiene y perdura en el tiempo, por los siguientes elementos: control de los medios de difusión cultural tanto en su propiedad como en su hacer; la crisis del sistema universitario estatal y la política de autofinanciamiento vía el mercado “universitario” que desdibuja el rol critico de los centros de formación profesional e intelectual; el Estado reformado para la generación de mercados monopólicos de usufructo de la renta privada y no social; la matriz de control ideológico del modelo neoliberal sustentada y consagrada en la Constitución Política de 1980 y la fuerte incidencia de la sociedad política en la conformación de mayorías de la sociedad civil por medio del sistema electoral binominal que genera empates políticos que no permiten resquebrajar la base de sustentación del bloque histórico dominante que es de carácter neoliberal en Chile actual.
 

Bibliografía consultada.
 

Larrain, J.; (2008); “El concepto de ideología. Vol.2. El marxismo posterior a Marx: Gramsci y Althusser”; Ediciones Lom; Santiago de Chile.
 

Massardo, J.; (2012); “Gramsci en Chile. Apuntes para el estudio crítico de una experiencia de difusión cultural”; Ediciones Lom; Santiago de Chile.
 

Portantiero, J.C.; (1999); “Los usos de Gramsci”; Editorial Grijalbo; Buenos Aires, Argentina.
 

Portelli, H,; (2000 ed.); “Gramsci y el Bloque Histórico”; 21ª Edición; Siglo XXI editores; México.
 

Sacristan, M.; (1973); “Antología. Antonio Gramsci”; Siglo XXI editores; Buenos Aires; Argentina
Despejando el bosque: las encuestas no son el problema.
Pablo Monje-Reyes[1]
En las últimas semanas ha estado en cuestión la capacidad de las encuestas socio – políticas de proyectar resultados electorales, debido a las proyecciones de varias encuestas publicadas en El Mercurio y La Tercera, durante la campaña municipal 2012. En especial, la encuesta publicada una semana antes de las elecciones. Los resultados de estas encuestas tuvieron grandes diferencias con los resultados en la elección de Alcalde en varias comunas importantes del país.
A partir de este hecho, el problema no es si las encuestas tienen la capacidad de proyectar resultados, sino que se utilicen sus resultados para influir en el votante días y/o horas antes de las elecciones, por uno o por otro candidato afín a los intereses del medio de comunicación que publica los resultados de una encuesta.
Las encuestas, como técnica descriptiva y predictiva de las ciencias sociales, siempre han sido utilizadas como un instrumento válido para conocer la realidad social del país, y las preferencias de los individuos en forma agregada. Corresponde a una técnica de carácter positivista, que no cuestiona la realidad en donde viven los individuos, sino que simplemente busca describirla y explicarla. Es utilizada en diversos tipos de estudios: estudios de mercado, evaluaciones de políticas públicas, evaluaciones medio ambientales, entre otras. Se rigen por procedimientos metodológicos que están concordados por la comunidad científica de las ciencias sociales. Entre los más importantes, el cálculo de la muestra (n° universo o población, n° de encuestados, error muestral), el diseño muestral (procedimientos de selección de las unidades muestrales, procedimientos de ponderación), la construcción del cuestionario (redacción de preguntas insesgadas), la forma de aplicación del cuestionario (telefónicas, cara a cara, autoadministradas), los sistemas de construcción de las base de datos, auditoría y corrección de los datos, el procesamiento de datos y la presentación de los resultados.
Los procedimientos descritos son bastantes. Cada uno requiere a lo menos dos elementos básicos: 1) la rigurosidad en su aplicación; y 2) la ética del investigador de no falsear el procedimiento ni los datos obtenidos. Ambos elementos no son excluyentes entre sí.
Las críticas de las últimas semanas se han centrado en los resultados de las encuestas publicados por los diarios La Tercera y El Mercurio, publicadas en varias oportunidades, la última, una semana antes de las elecciones municipales. Ambos medios de comunicación son claramente identificables con la derecha política y empresarial del país, como también con los sectores más conservadores del país. Su línea editorial es de derecha. Por lo tanto, cualquier instrumento aplicado por sus medios ya tiene este sesgo. Podría argumentarse que las entidades que elaboraron las encuestas fueron rigurosas en la aplicación técnica de cada una de ellas. Sin embargo, al comparar los  resultados de las encuestas y los resultados de las elecciones está claro que no fue así. Los datos entregados por sus encuestas mostraban ventajas de candidaturas de derecha por amplios porcentajes. En la realidad, ganaron los opositores, o el margen con que ganó el candidato de derecha fue muy bajo.
¿Por qué razón se dio esta situación?  Por el sesgo del medio de comunicación, que quiere hacer de la información una realidad y favorecer a su sector de interés, que es la derecha. Ello se demuestra en la falta de rigurosidad de los procedimientos que se deben aplicar para la elaboración de una buena encuesta. Entre los cuales encontramos, a) tamaños muestrales distintos entre encuestas, para unas 400 casos, para otras 300; b) se plantea un error muestral de 3%, cuando para lograr ese error muestral, al 95% de confianza, se requieren sobre 700 encuestados en poblaciones infinitas; c) las encuestas eran teléfonicas, un medio que está decreciendo. Por ejemplo, en la comuna de Recoleta los hogares con teléfono no superan el 40%, según datos de la SUBTEL; d) las fichas técnicas de las encuesta no mostraban tampoco el procedimiento de ponderación de la muestra, que en la mayoría de las encuesta es dimensionado por la edad y el sexo, y después por la distribución geográfica de la población por edad y sexo; d) los cuestionarios de las encuestas no se presentaron, lo que plantea la duda sobre la existencia de sesgos hacia los candidatos del medio. Estos cuestionamientos técnicos son los principales. Si tuviésemos a mano el procedimiento completo es posible que se encuentren más errores, pero  para este minuto y los efectos causados es ya intrascendente.
¿Cuáles son las lecciones de este tipo de manipulaciones por parte de los medios de comunicación? Primero, constatar nuevamente que los medios de comunicación dependen de un dueño, y ese dueño sesga los contenidos de acuerdo a sus intereses políticos y económicos. Además, no trepida en utilizar cualquier medio para lograr sus intereses, en esta oportunidad fueron las encuestas socio - políticas. Segundo, que hay profesionales de las ciencias sociales que, a costa de una remuneración, son capaces de poner en entredicho instrumentos que en las comunidades científicas están validados. Quizás esto sea la punta del iceberg en las ciencias sociales y en las universidades, un indicador de la falta de formación ética de profesionales en el área, pero que por sí solo no resuelve el problema. La encuesta debe seguir siendo utilizada para la investigación social. No por la acción inescrupulosa de ciertos políticos, empresarios y profesionales de las ciencias sociales, se le debe deslegitimar como instrumento para el conocimiento y predicción socio – política de las sociedades.  

Cullipeumo, Primavera 2012.-
     
  







[1] Doctorando en Ciencias Sociales, Magister en Gestión y Políticas Públicas de la Universidad de Chile, Licenciado en Ciencias Políticas y Administrativas, Universidad de Los Lagos.