viernes, 17 de junio de 2011

Inscripción automática y voto voluntario.
¿Fortalecimiento de la democracia Chilena?.

Durante el año 2009 se introdujo una Reforma a la Constitución de la República, que establece la inscripción automática y voto voluntario. Tal como menciona el Proyecto de Ley, el objetivo de la reforma es incrementar la participación ciudadana de los sectores juveniles.  Según datos del SERVEL, la inscripción en los registros electorales de los las jóvenes viene decayendo ostensiblemente desde el año 1997. Por tanto, es evidente que se está debilitando la base de legitimidad de nuestra democracia.

La tesis de la reforma es que, por medio de la inscripción automática y voto voluntario, se logrará revertir la baja participación de los jóvenes en los procesos eleccionarios.  Cabe entonces preguntar: ¿La inscripción automática y el voto voluntario lograrán fortalecer y ampliar la participación de los jóvenes y, por extensión, la legitimidad de la democracia en Chile?  Dado que la inscripción y el voto son acciones distintas, debemos analizarlas separadamente.

La inscripción automática es bienvenida, porque permite eliminar las barreras de entrada, de carácter burocrático, para ejercer el derecho a elegir autoridades o participar en consultas ciudadanas. La eliminación de estas barreras deja en igualdad a todas las ciudadanas y ciudadanos, eliminando la influencia de los factores socio-económicos para el ejercicio de ciudadanía. En nuestro país, muchas personas de sectores populares no se inscriben en los registros electorales porque la junta inscriptora está lejos de su hogar, y para acceder a ella deben pagar movilización; quienes trabajan, deben además perder medio día de trabajo, con el riesgo de descuentos por las horas no trabajadas. Para familias con ingresos mínimos, estos gastos son una parte importante de los recursos destinados a la sobrevivencia familiar. Los jóvenes de sectores populares están particularmente afectados por esta situación. Una encuesta de la Universidad Diego Portales muestra que cerca del 34% de los jóvenes entre 18 y 29 años de los quintiles más altos está inscrito en los registros electorales, contra menos del 15% de los quintiles más bajos.

Con respecto al voto voluntario, la situación es opuesta, pues puede considerarse como un instrumento que no fortalece la legitimidad de la democracia. Las principales razones han sido constatadas por diversos estudios que han concluido que:

i)                    El sistema político de los países que han implementado el voto voluntario ha tendido a responder a los sectores más acomodados de la sociedad. Algunas investigaciones indican que el promedio de participación, en países con voto voluntario, es 29% menor que en los países con voto obligatorio. Otras muestran que los jóvenes de sectores populares, participan menos cuando el voto es voluntario. Estamos frente a un problema de clase o de capital cultural. La expresión práctica de este problema es que los jóvenes ricos participan más en los procesos electorales, porque tienen mayor información y conciencia sobre la importancia del voto, y quien deben gobernar para resguardar sus intereses y derechos.    

ii)                  Por la misma razón anterior, los gobiernos tienden a focalizar sus políticas sociales en sectores de mayor edad, que representan el grueso de sus votantes, dejando de lado a los jóvenes. Con esto, los jóvenes se alejan aún más del sistema político y de sus acciones, pues no lo ven como un mecanismo para el mejoramiento de sus condiciones de vida.

iii)                Consecuentemente, esto lleva a que se empeora la distribución de los ingresos porque la focalización del gasto público no va dirigido a los jóvenes, ya  que al no votar masivamente dejan de ser sujetos de interés político. Este empeoramiento de la distribución de ingreso sólo afecta a los sectores populares. Por el sesgo de clase que tiene implícito la distribución de los ingreso en Chile.  

Por tanto, los efectos del voto voluntario son realmente deplorables para quienes pensamos en una democracia efectivamente participativa que tenga como resultado más y mayor justicia social, económica, política y cultura.

También existen argumentos de carácter político ideológico para rechazar el voto voluntario. Los sectores de la derecha afirman que el voto voluntario es la máxima expresión de la libertad individual, y que el voto obligatorio es un totalitarismo republicano, antidemocrático y antiliberal.

Existen varias razones para mostrar la falsedad de esta afirmación. A partir de nuestra independencia y constitución como República, Chile se ha configurado como una comunidad de ciudadanos, que otorga a sus habitantes derechos y deberes políticos. Esto define que nuestra institucionalidad política no es una suma de intereses individuales, como pretenden y creen los neoliberales criollos. El voto obligatorio resguarda y garantiza la libertad individual de elegir a nuestros gobernantes entre ciudadanos y ciudadanas. Consecuentemente, la acción de votar fortalece el derecho ciudadano a exigir cuenta pública de las autoridades elegidas democráticamente.

Defender y fortalecer el espacio público de decisión democrática, por medio de la participación, es exigir a los ciudadanos y ciudadanas hacer uso de su derecho a decidir y expresarlo mediante el voto. En gran medida, esto permite evitar que las decisiones que toman los gobernantes y las elites burocráticas, en contra del interés del pueblo, queden sin sanción política. Por ello, el voto sirve y fortalece el derecho ciudadano a tener una democracia que funcione y responda a sus demandas. De hecho, al permitir el voto voluntario, se deja abierta la puerta para minar el principal, o quizás único recurso, de control ciudadano sobre los gobernantes. Por tanto, el voto voluntario es una señal innegable de debilitamiento del control popular sobre las acciones del Estado y el gobierno.

El voto voluntario extrema la instalación cultural y subjetiva del individualismo. Esta supuesta libertad política se vincula a la práctica de la libertad de consumo y elección de bienes y servicios, en una sociedad ultra mercantilizada. Esto traería consigo la posibilidad real de utilizar y profundizar formas de cohecho o compra de votos, como si se estuviera en un centro comercial. Algo de esto ya hemos vivido con las campañas políticas de la derecha.  

El voto voluntario parece más democrático y libertario, pero al final del día puede ser igualado a un bien que se tranza en el mercado, donde el ciudadano no es más que un consumidor. Es decir, constituye una intentona abierta de privatizar e individualizar la política, minando la importancia de la comunidad política democrática para vivir juntos en sociedad. En otras palabras, que todo quede en manos del mercado, incluso la política. El mercado excluye y crea consumidores de primera, de segunda y hasta de tercera clase. Con el voto voluntario tendríamos ciudadanos de primera clase, que participan y deciden, y ciudadanos de segunda, que no votan y no deciden, pero que tienen garantizada la “libertad de elección”. ¿Quién se hace cargo de sus sueños e intereses si no se expresan políticamente?.

¿Qué puede implicar para la democracia esta libertad de elección? Es muy posible que terminemos con gobernantes cuya legitimidad esté muy por debajo de un mínimo tolerable. Esto no es ficción. Australia tuvo un Presidente elegido por un 29% del universo electoral: la solución fue introducir el voto obligatorio. En democracia, la legitimidad de las autoridades se funda en los votos de los ciudadanos y ciudadanas.

En síntesis, la inscripción automática logrará fortalecer y ampliar la participación de los jóvenes, y la legitimidad de la democracia en Chile. Eliminará las barreras de acceso a la elección de autoridades, poniendo a todas las ciudadanos y ciudadanos en condición de igualdad. Lo opuesto puede afirmarse respecto del voto voluntario. El voto voluntario socava la legitimidad de la democracia, bajo el supuesto de que la comunidad política es la suma de intereses individuales. Con esto, se pretende imponer en la democracia la lógica de mercado y  legitima aun más la hegemonía neoliberal. Sin embargo, la condición de ciudadano nace de una comunidad política, y no del mercado. La ciudadanía requiere de derechos y deberes, que son los elementos básicos de una comunidad política democrática.

Cullipeumo, 2010.-

Ponencia presentada en el seminario: “La repercusión de la inscripción automática y el voto voluntario en Chile”, Organizado por la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, FECH, viernes 5 de noviembre del 2010 en la Sala Multiuso del ex - Congreso Nacional, Santiago – Chile.