A 40 años del golpe. Memoria y Subjetividad.
Pablo Monje-Reyes
Durante los últimos años nos hemos preguntado, en forma casi permanente,
sobre ¿cuáles son los elementos que han constituido la subjetividad de los
chilenos y chilenas en las últimas cuatro décadas? Muchos y muchas cientistas
sociales, e inclusive centros de estudio e investigación, se han inspirado en
esta pregunta para debatir en la arena pública post dictadura militar. “La
reflexión histórica – y evidentemente la historia misma – pone siempre en juego
las relaciones de poder de las sociedades y las culturas. Incluso cuando apele
a las nociones de una referencia “objetiva” a la verdad de los hechos históricos o cuando se
asocie al carácter “simbólico” de construcción cultural[i]”.
Esta afirmación de Aceituno muestra la relación directa entre el campo de lo
objetivable, lo simbólico y la historia. Entender críticamente la historia,
permite saber cómo los “vencedores” han desarrollado su campo simbólico de
dominación. Dominación entendida como instrumento sagaz de la política en la
relación gobernantes / gobernados, y en la constitución de un sistema
hegemónico de valores y cultura, como se entiende en la obra de Antonio Gramsci.
La idea central de la interrogante es aproximarse a cómo la dictadura
militar definió un proyecto de modernidad, y de la misma manera, condicionó las
perspectivas de un hombre moderno y su régimen de subjetividades. Para esto, la
visión del “psicoanálisis resulta un material
especialmente relevante para estudiar las distintas maneras como las
culturas implicadas en los debates sobre la subjetividad han producido sus
relatos identitarios[ii]”.
La puesta en práctica de este análisis observa la perspectiva ideológica de los
militares, en su autodefinido rol como re-fundadores de la sociedad chilena
(rol histórico). En particular, las acciones político – jurídicas de la Junta
Militar, y posteriormente de Pinochet, como articuladores directos del discurso
de la dictadura y su rol “modernizador”. Las condiciones políticas, religiosas
y jurídicas creadas por la dictadura, fueron utilizadas como herramientas para condicionar la subjetividad
de los gobernados, con manu militari.
El instrumento de legalidad fue la imposición de una nueva Constitución
Política que instaló el modelo neoliberal como forma jurídico-política de
relación entre los chilenos(as), es decir, los principios neoliberales como
ejes de acción del Estado y de la sociedad
La instalación de los principios neoliberales en la Constitución Política
chilena fue posible por la acción de la dictadura, que por medio de una
política sistemática e institucionalizada de persecución, con profundas violaciones
a los derechos humanos, buscó el aniquilamiento de los movimientos obreros y
sociales. Persecuciones, encarcelamientos, ejecuciones y desapariciones de
dirigentes obreros, indígenas, estudiantiles, académicos, de los partidos y
movimientos sociales opositores a estas reformas, fueron algunas de las
estrategias. Otra variante, quizás la más efectiva y que se manifestó
solapadamente, fue la coaptación de los dirigentes sociales y políticos, a
quienes se les solicitó, de “buena manera”, no oponerse a estas reformas
movilizando sus sectores.
La violación sistemática a los
derechos humanos permitió las bases de legalidad de nuestro ordenamiento
jurídico actual. Claramente, una base institucional sustentada éticamente en la
violación de los derechos humanos y en la imposición de una carta
constitucional, es ilegitima. La gran tarea hoy, después de 40 años del inicio
de este proceso de violencia activa y simbólica, es repensar Chile y sus bases
de institucionalidad. Una nueva Constitución es un imperativo ético, para
constituir un nuevo campo de subjetividades que no contenga la violencia como
base constitutiva del ethos chileno.
Cullipeumo, Invierno
2013.-
Publicado en el diario electrónico sección columnas El Dinamo 27/08/2013.-
Publicado en el diario electrónico sección columnas El Dinamo 27/08/2013.-
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