La
derecha en su laberinto
La derecha está haciendo
esfuerzos por defender su espacio político en la sociedad chilena. Este espacio
se ha ido transformando en un laberinto tortuoso. Las razones son varias, entre
ellas una derrota electoral sin precedentes. La derecha fue derrotada en las elecciones
municipales, primarias presidenciales, presidenciales y parlamentarias. Todas
estas derrotas ocurrieron en pleno desarrollo de su gobierno, dato muy
importante a considerar. Desde la perspectiva del uso del Parlamento como
contrapeso institucional, dejaron de ser una fuerza opositora y conservadora de
peso, particularmente en la Cámara de Diputados.
Por el otro lado, la Nueva
Mayoría ganó todas las elecciones mencionadas. Como nunca, tiene un apoyo
ciudadano y validación programática que descoloca a la derecha. Por ello, reaccionan
ante las propuestas legislativas del Gobierno en forma virulenta, sólo con el
afán de oponerse para conservar el modelo creado por ellos en la dictadura
militar. Siguen siendo lo mismo, pero con rostros un poco más jóvenes, más
fundamentalistas, más “ultrones”. Los
jóvenes dirigentes de derecha no han logrado entender el cambio de la sociedad
chilena. Por el contrario, frente a este cambio sociopolítico se presentan como
miopes y mediocres.
Son miopes, porque creen que la
democracia no puede ni debe evolucionar a expresiones de mayor participación
activa de la sociedad. Defienden una democracia delegativa, que restringe la
participación del sujeto activo de la democracia, que es el pueblo movilizado. Eso
claramente les pasó la cuenta en las elecciones. Por lo tanto, ellos mismos
construyen las paredes de su laberinto. No dan el paso a buscar el entendimiento
con la sociedad activa, que quiere un nuevo pacto social para el Chile del
siglo XXI. Incluso, son miopes para defender sus propios intereses y privilegios
de clase. Creen que la estrategia de conservación del modelo es suficiente para
legitimarse, social y culturalmente, ante los chilenos y chilenas.
Son mediocres, porque creen que
sólo basta con utilizar los medios de comunicación y su figuración pública,
para convencer a la sociedad chilena que el gobierno lo está haciendo mal. Para
oponerse a las reformas, utilizan argumentos de los tiempos de las cavernas.
Diputados y Senadores de derecha argumentan sobre credenciales democráticas,
cuando su formación y práctica política se la deben a una de las dictaduras más
cruentas de la historia mundial. Suponen que el pueblo de Chile no tiene
memoria. De la misma manera, intentan colocar en el centro de la discusión
argumentos de defensa de la clase media. Cuando el 90% de la población en Chile
vive sobre endeudada y esquilmada por un modelo de mercado, que a estas alturas
del partido sólo ha traído frustraciones a las personas, como lo dice gran
parte de los Informes de Desarrollo Humano. En cuanto a temas valóricos,
piensan que las mujeres son sólo instrumentos para la reproducción de la
especie humana, y no sujetos sociales con derechos políticos sobre sus cuerpos.
Siendo miope y mediocre, la derecha ha entrado
al debate ideológico pensando que, leyendo a Gramsci, va a poder decodificar
las acciones políticas del Gobierno de la Nueva Mayoría. Otra pared para su
laberinto. Para entender a Gramsci no se puede ser miope y mediocre. Requiere
conectarse con la realidad social, económica, cultural y política. Para la
derecha resulta extremadamente complejo entender que Chile quiere un nuevo
pacto social. Que el modelo de dominación neoliberal está desacreditado en la
sociedad chilena, y que no tiene ya sustento cultural y político. Este es finalmente
su laberinto.