jueves, 11 de septiembre de 2014

Neoliberalismo, sentido común y reforma educacional.

Desde hace varias semanas, la derecha ha mostrado preocupación por la reforma educacional. Ha enarbolado todo tipo de argumentos en contra, utilizando datos recogidos por encuestas tradicionales como la CEP y otras. La gran conclusión que proclaman es: “la gente se opone a las reformas en general, y rechaza la reforma educacional porque impide a los padres elegir y pagar por la educación”. A esto, la derecha le llama “oposición social a las reformas”. Perciben que esta “oposición social” es autónoma a sus posiciones políticas. También, que no capitalizan políticamente este descontento en su sector, recibiendo mayor apoyo ciudadano a sus partidos.

¿Por qué ciudadanos que no apoyan ni creen en la derecha, asumen posiciones contrarias a la reforma educacional, y con esto crean espacios de legitimidad para la oposición de la derecha?  Las razones pueden ser varias. Partiremos con las más simples de explicar. Primero, la legitimidad que adquirió entre las personas la creencia de que, si se paga por un servicio, solo por este hecho va ser de calidad. Segundo, la diferenciación social basada en el consumo. El co-pagar por la educación del hijo o hija hace que este pueda acceder a un colegio particular subvencionado, donde están todos los “iguales”. Se auto perciben  distintos a los que van a la escuela municipal, aunque vivan en el mismo territorio y compartan el mismo entorno social. Tercero, la escuela pública ha sido demonizada, instalando la idea de que ahí asisten los hijos e hijas de los narcos y de los pobres, lo más desdeñable de la sociedad. Existe la creencia de que con un copago de diez mil pesos se va obtener grandes diferencias sociales y educacionales.

Estas razones me recuerdan lo afirmado por T. Moulian en 1998. En su obra “El consumo me Consume”, el sociólogo identifica la “función del consumo, como creador de identidad. La que puede surgir del consumo, de la posesión de objetos, es una identidad que reposa en el tener. Se trata de una constitución de la identidad por la apariencia. Aquí los objetos aparecen como constituyentes del yo. El predominio del tener sobre el ser se materializa cuando una persona se siente forzada a tener ciertos bienes en función de los otros, del que dirán”. Como bien analiza Moulian, el colegio no sería un centro educativo por excelencia, sino una marca que registra el status de las familias y de los hijos que asisten a ella, es decir, la identidad social que el mercado de la educación les asigna a partir de su capacidad de compra. Se trata de la subjetividad del consumo en educación.
 
Incorporar al debate la subjetividad del consumo en educación, permite abrir pistas para entender el rechazo, de sectores medios y bajos, a la reforma educacional. Durante el año 2011, las grandes marchas estudiantiles hicieron temblar el modelo educacional chileno, y se sentaron las bases para la reforma educacional. Muchas columnas e inclusive libros que desafiaban la caída del modelo, otros buscaban nuevas alternativas. Todos fuimos y somos estructuradores de apoyo masivo a la protesta social estudiantil. Uno de los primeros resultados alcanzados, fue bajar la tasa de interés de los créditos con aval del Estado. La clase media feliz, por fin podía liberar recursos para destinarlos a otros fines de consumo.

La protesta colocó en el centro que la educación universitaria debe ser gratuita para todos. Hasta el día de hoy esta demanda sigue y seguirá siendo apoyada por la mayoría de los ciudadanos. La razón es clara: una familia de ingresos menores a quinientos mil pesos, donde se concentra a mayor cantidad de asalariados en Chile, no puede pagar la universidad. Ahora lo hacen endeudándose. Recordemos que cualquier arancel universitario es por lo menos de 150 mil pesos para arriba. Liberarse de estos costos económicos por educación superior es, para las familias, realmente positivo para su bienestar.  Por eso, la gran mayoría apoya la gratuidad en la universidad.

Todo indica que el apoyo a la demanda de educación universitaria gratuita, no se transfiere automáticamente a la educación básica y media. La subjetividad del consumo y el status social asociado juegan en contra de tan justa demanda. Las personas quieren pagar para diferenciarse e inclusive para excluir. Se constata con esto que el sentido común (hegemonía cultural) de una sociedad fundada en los principios neoliberales, está lejos de ser reemplazada por los principios de solidaridad y justicia social. He aquí un debate clave para los sectores que apoyamos las reformas. Es necesario poner en cuestión los sentidos comunes, instalados durante los últimos 40 años de neoliberalismo. No basta solo con la movilización social. También es necesario abrir paso al cambio de las subjetividades, al debate de ideas con las bases sociales, a ganar conciencias por el cambio de modelo y de los principios ordenadores de la sociedad. El camino avanzado no es en vano, ha sido principal e imprescindible. Sin embargo, la derecha se potencia con su estigma conservador, apoyándose en el sentido común instalado. En particular, en la generación de padres y apoderados que están entre los 30 y 40 años, que lo único que han vivido son practicas socio – culturales de carácter neoliberal.


Lo anterior lleva a reflexionar en términos reales, en una estrategia de mayor envergadura y de más largo aliento. El sistema educacional en términos republicanos, es cómo se piensa Chile a futuro. Sin embargo, la reforma educacional es cómo se cambia el actual sistema educacional, es decir, cómo se piensa el Chile de hoy. Por tanto, estamos en un problema dialéctico. La tesis: educación de mercado caracterizada por ser segmentadora e impulsora de segregación. La antítesis es la educación como derecho social, integradora y democratizadora del conocimiento con un fuerte componente de movilidad social. En este debate frente qué hacer con la realidad social y la reforma, creo que hay tres elementos que se pueden tomar en consideración. Primero, la educación universitaria gratuita permite avanzar en el desarrollo de un nuevo campo subjetivo, profundizando las ideas de solidaridad y justicia en Chile. Esto lleva a tomar posiciones frente al campo subjetivo neoliberal. Segundo, y necesario para lo anterior, la educación universitaria requiere una profunda reforma curricular en contenidos en la formación profesional y técnica. No solo es necesario financiarla, también es clave impregnarle principios de cambio y modernidad, sustentados en la justicia e igualdad social. Tercero, debemos avanzar paulatinamente en el cambio de la estructura de principios de la sociedad chilena, abriendo los espacios que permitan el cambio de la subjetividad movida por el mercado y la individualidad exacerbada. Esto sería el inicio de la derrota en el campo de la subjetividad del modelo neoliberal, impuesto hace 41 años por la dictadura cívico militar. Este es el eje central para construir un nuevo Chile. Un Chile republicano y democrático, incluyente de su base popular. 

1 comentario:

  1. Ahi esta la tarea dificil... romper con el individualismo y aceptarnos como iguales, olvidando las brechas sociales y los prejuicios que en estos 41 años la dictadura civico-militar se encargo en implantar en nuestra sociedad.

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